Desde temprano todas las academias deportivas dispusieron sus escenarios para retar a los equipos que llegaban por su manilla y que con toda la energía se dispusieron a competir en alegría y sana convivencia.
Fútbol se disfrazó de una vecindad muy generosa y priorizó este valor en sus prácticas deportivas ofreciendo diversidad de juegos de puntería, estrategia grupal y buenos reflejos. En natación un multiescenario flotable hizo que los equipos pusieran a prueba todas sus habilidades para llegar a la meta, en hípica integraron a su equipo los caballos y aprendieron de seguridad, confianza y tolerancia, en tenis la bondad fue el valor estrella y acá pudimos ver cómo los padres se esmeraron por explicar los recorridos a sus hijos para incluirlos en la competencia. En squash se aprendió de velocidad y de amor, porque es el ingrediente principal de las familias que entrenan en este deporte. En golf se habló de respeto, en remo de responsabilidad, en gimnasio de equidad; aunque no a todos les salían por igual las lagartijas, y por último en el deporte extremo se cerró con el recorrido del «Color Rush», un camino de inflables que por tiempo debían superarse en equipo para poder cumplir con una jornada llena de aventuras y cariño familiar.